¿Por qué soy celoso?
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Entre los sentidos que influyen sobre nuestra psicología los celos son, sin duda, uno de los más comunes y de los más nefastos.
Seamos honrados, quién no quiere tener el mismo éxito social que las personas a las que consideramos carismáticas. ¿Quién no envidia a las hermosas mujeres que tienen sólo que sonreír para que los hombres caigan a sus pies? ¿Quién no envidia a los ganadores del bingo?
Los celos no son positivos, nacen de un conflicto psicológico reenviándonos nuestros propios miedos, nuestra inseguridad.
No estamos celosos de otros miembros de nuestro entorno porque sean detestables, sino porque gozan de las cualidades físicas, morales o materiales que nos faltan.
Si el sentimiento no deja de ser natural es, sin embargo, peligroso. Los celos son uno de los primeros factores de aparición de conflictos sociales o amorosos, incluso de violencia en ciertos casos.
Conviene interesarse desde cerca por este fenómeno con el fin de aprender que no podemos vivir con este coraje, ese odio por el éxito de los otros.
Nuestra tranquilidad psicológica pasa por esta aceptación.
Los celos son un sentimiento natural: ¿es normal no sentir celos?
Antes de comprender cómo abandonar los celos, conviene explicarlos.
Los celos son comprensibles, universales.
Los padecen muchas personas sin distinción de sexo, edad o medio social, a diferentes escalas.
Es muy simple, el hecho de desear lo que no se puede obtener es un reflejo humano e instintivo.
Los celos son, en cierto modo, un espejo, un reflejo de lo que carecemos. Es por esto que consideramos que una persona tercera podría seducir a nuestra pareja, o que el éxito les llega sólo a los otros.
Los celos son un factor de pérdida de motivación, desmoronamiento de la confianza en sí mismo y perdida de estima personal.
La cuestión es saber cómo luchar contra esta disposición psicológica.
Los celos son un diseño erróneo de nuestro entorno
La amenaza que percibimos al estar en contacto con las personas que atizan nuestros celos es formulada, en gran parte, por nuestro inconsciente.
Sin procurar establecer relaciones sociales, esas personas demasiado “bellas”, “inteligentes”, “ricas”, “carismáticas” son categorizadas como tóxicas, nefastas, hasta el punto de desarrollar rabia hacia ellos, un odio que reposa en envidia.
El problema del caso es que este sentimiento personal se basa, muy a menudo, en la apariencia superficial. Es demasiado fácil olvidar que esas mismas personas también sufren de una inseguridad cierta y hacen frente a sus propias dudas.
Rápidamente, diabolizamos, idealizamos a los individuos envidiados, como si su misma existencia estuviera basada en la voluntad de hacernos sentir peor.
Los celos siempre están privados de objetividad y nos empujan a describir un cuadro negativo que engendra desconfianza y agresividad. Reflexionando bien sobre ello, ¿quién es la primera víctima de tal comportamiento?, ¿quién sufre esa mentalidad? La persona que se alimenta de ello para construir su evolución.
Los celos y la mirada de los otros
Decididamente, ese mito que querría que todos los individuos con quienes entramos en contacto nos juzgaran, nos evaluaran y formularan opiniones negativas, tiene la piel dura.
La mirada de otros es una fuente de los celos.
Esta necesidad de compararse, de querer hacerlo mejor, de conseguir más reconocimiento que otros miembros de nuestro entorno, envenena nuestra psicología hasta el punto de abstenernos de ser realistas: la persona con la que nos comparamos nos es mejor.
Cada ser humano es diferente y posee su propio sistema de pensamiento y de valores forjado por la experiencia y la comprensión de la gente que le rodea.
¿Por qué, entonces, querer perpetuamente estimular la competición y la voluntad de aplastar al otro?
Somos planos sólo en derechos y obligaciones. En cuanto al resto, nuestros potenciales, nuestras cualidades, nuestros deseos personales son totalmente diferentes.
Nada nos prueba que nuestros celos sean justificados o que estas “víctimas” de nuestro encarnizamiento no tengan envidia de nosotros.
Celos y falta de confianza
Los celos, a menudo, se materializan por un sentimiento de inquietud. Hablamos de personas que revisan el teléfono móvil de su pareja, o sus correos electrónicos, para asegurarse de que no mantiene relación sentimental con una tercera persona.
¿Esto qué expresa que no sea un encarcelamiento psicológico, una espiral de duda y malestar?
¿Cómo vivir si no nos fiamos? ¿No es esto una privación de libertad personal y colectiva?
¿Es la manera en la que querríamos ser tratados?
Los celos relacionales son un factor evidente de estrés y desarrollo de conflictos. Es, en realidad, un miedo inconsciente a ser abandonados.
Justo trabajando en el fortalecimiento de la confianza en ti mismo, aceptando creer en la persona más que en sospechar de ella, los celos pueden quedar en el olvido.
¿Es más fácil decir que hacer? Posiblemente, pero representa, a pesar de todo, una primera etapa.
La conciencia y la introspección son siempre elementos decisivos cuando se aborda la psicología.
Cómo controlar los celos: una nueva percepción para luchar contra ellos
He ahí, el arma más poderosa para luchar contra los celos: la objetividad.
La próxima vez que sientas ese odio gratuito trata de interesarte por los hechos más que en basar tu reflexión en suposiciones:
¿Tienes miedo a que te deje? Piensa y pon en una lista todas las pruebas de amor recibidas por parte de tu pareja, las pruebas que superasteis juntos y los momentos buenos compartidos. Piensa en ello mejor que en los riesgos futuros.
¿Crees que otro individuo es “mejor” que tú? Enfócate en tus propios éxitos, los obstáculos superados y el reconocimiento reiterado a lo largo de tu trayecto mejor que sobre el instante presente y esa negatividad creciente.
¿Tienes miedo de una persona a la que consideras más atractiva, encantadora o carismática que tú? No olvides que la apreciación es un fenómeno subjetivo y que, por naturaleza, no se puede gustar a todo el mundo.
Los celos se combaten con la definición del marco objetivo de tus reflexiones y tus sentidos.
Saber hacer frente a tus miedos es permitirte combatirlos y no vivir bajo la influencia del estrés que producen.
Cómo dejar de ser celoso: ¿qué puedo hacer?
Reconocer que los celos te hacen sufrir
Las personas celosas sufren muchísimo y casi constantemente. Es un infierno porque cualquier acto y palabra pueden volverse sospechosos.
Al principio de la relación, la persona celosa prefiere no decirlo, porque experimenta vergüenza con respecto a ese sentimiento. Para tener un aire seguro de ella, se calla, pero, más o menos rápidamente, comienza a sufrir. Una observación simple: “observaste, la vecina se tiñó de rubia” genera inmediatamente el “golpe famoso al corazón”. “Se fija en la vecina, va a engañarme con ella”.
Aunque la inquietud no se formula tan conscientemente, el mal está hecho. Algo así como el hecho de comprarse una nueva ropa: “eres más presumida que antes, ¿para quién?” Hasta el ramo de flores puede volverse sospechoso: “¿por qué estas flores?, ¿qué quiere hacerse perdonar?”. También, en el tema sexual: “¿con quién lo hizo la primera vez?”.
Valorar los momentos buenos
Cuando se está en plena “crisis de celos” olvidamos, un poco, todos los cumplidos recibidos, todas las pruebas de amor dadas. Estamos encarcelados en el miedo.
Valorar su “periodo amoroso” es de una gran ayuda. Recordaremos todas las palabras gentiles, miradas amorosas, actos de amor cualesquiera que sean, hasta los más anodinos. Todos serán necesarios para calmar los temores.
Crear tu propia “película amorosa” puede ser útil repasando en tu cabeza todas las escenas agradables y felices vividas. Será tranquilizador.
Hablar de ello a tu pareja
Es a menudo difícil pero indispensable. Si tu pareja todavía ignora tu temperamento celoso, corre peligro de actuar o decir cosas que aticen esos celos, sin él quererlo.
Si es consciente de ello estará más atento. Evitará, por ejemplo, hacer observaciones “sospechosas” sobre las personas que se encuentre en la calle o en el restaurante. Evitará fijar la mirada demasiado en esas personas.
La ayuda de tu pareja es crucial pero la buena marcha de la pareja es también tu responsabilidad. Es mejor hablar de ello lo más de prisa posible explicándole de dónde vienen esos celos y cómo te puedes sentir más segura. Decir lo que atiza tus celos o lo que los rebaja, es muy importante.
Aumenta tu autoestima
La mayoría de las veces es la falta de autoestima lo que genera los celos. Reforzarlo no es simple y conviene dejarse ayudar en este aprendizaje ya que las demostraciones de amor del otro no bastan siempre.
Cuando los celos están ahí desde hace tiempo, con la falta de autoestima la desconfianza que dormita puede despertarse muy fácilmente.